Triste e impresionada. Así me dejó enterarme –por medio de un amigo con el cual no hablaba hace mucho- de la muerte de Guillermo, un ex compañero de secundaria. Tenía veinticinco años, como yo, y lo fulminó la leucemia, enfermedad maldita si las hay. La muerte de cualquier compañero de secundaria me hubiera dejado impresionada. La de Guille, además, me deja triste, muy triste.
Era, como yo lo recuerdo, un muy buen pibe, exitoso en aquello que se proponía, entusiasmado por la ciencia ficción y las computadoras. Le gustaba tocar la guitarra, me acuerdo de que había sacado de oído “My friends” de los Red Hot Chilly Peppers, y “Stairway to heaven” de Led Zeppelin y estoy segura de que, mientras viva, no voy a volver a escucharlas sin acordarme con nostalgia de él. Me acuerdo de cuando me bautizó cariñosamente Gasparín. Todavía conservo una nota que me escribió en la agenda de primer año “Para Mariana, la única que me entiende en matemáticas”. Lo recuerdo esperando con ansiedad el estreno de la nueva saga de Star Wars, recuerdo nuestras charlas sobre Matrix y cómo nos ayudaba a mí y a mis amigas para estudiar física y para hacer los trabajos prácticos de computación. Todo cuarto año se sentó justo delante de mí, por lo que pasamos muchos buenos momentos charlando, incluso en clase.
Desde que terminamos el colegio, no recuerdo haberlo vuelto a ver. Tal vez una o dos veces más durante el primer año. De todas maneras, fue de esos casos en los cuales lo que te distancia es simplemente el tiempo. A lo largo de estos años más de una vez lo recordé con cariño y me pregunté qué habría sido de su vida. Hoy me impresiona pensar que ya no lo voy a ver nunca más. Seguramente sean muchos los compañeros con los cuales no nos veamos más en nuestras vidas, pero es distinto cuando sabés que ya no tenés opción. Hoy me arrepiento de no haber seguido siendo su amiga durante estos años, los que le quedaban.
Cuando yo estaba en el colegio, siempre con imaginación novelera, me preguntaba quién de todos nosotros sería el primero: el primero en casarse, el primero en tener hijos, también el primero en morirse. A menor escala, también me impresionó enterarme hace ya un par de años que una ex compañera había sido mamá. Aquello por lo menos era algo lindo. Pero ambos hechos tienen en común que lo que nos demuestran es el paso del tiempo sobre nosotros mismos.
La muerte de un coetáneo siempre representa para nosotros un anticipo de nuestra propia muerte, eso es lo que yo pienso. Por eso nos impresiona más enterarnos de que murió un compañero al que no veíamos hace siete años de que murió el padre de una de nuestras amigas. La muerte de un padre, de un abuelo, de una tía… sin dejar de ser tristes, no dejan de ser muertes ajenas. En cambio, morimos un poco frente a la muerte de una persona de nuestra edad.
Lamento sinceramente la muerte de Guille. Era una de esas personas que me hacían pensar en que, no importa dónde estuviera, ojalá que tuviera una buena vida. Y ojalá que, si bien breve, la haya tenido. Espero que haya sido feliz. Y deseo de corazón que, dondequiera que esté ahora, esté bien.
Era, como yo lo recuerdo, un muy buen pibe, exitoso en aquello que se proponía, entusiasmado por la ciencia ficción y las computadoras. Le gustaba tocar la guitarra, me acuerdo de que había sacado de oído “My friends” de los Red Hot Chilly Peppers, y “Stairway to heaven” de Led Zeppelin y estoy segura de que, mientras viva, no voy a volver a escucharlas sin acordarme con nostalgia de él. Me acuerdo de cuando me bautizó cariñosamente Gasparín. Todavía conservo una nota que me escribió en la agenda de primer año “Para Mariana, la única que me entiende en matemáticas”. Lo recuerdo esperando con ansiedad el estreno de la nueva saga de Star Wars, recuerdo nuestras charlas sobre Matrix y cómo nos ayudaba a mí y a mis amigas para estudiar física y para hacer los trabajos prácticos de computación. Todo cuarto año se sentó justo delante de mí, por lo que pasamos muchos buenos momentos charlando, incluso en clase.
Desde que terminamos el colegio, no recuerdo haberlo vuelto a ver. Tal vez una o dos veces más durante el primer año. De todas maneras, fue de esos casos en los cuales lo que te distancia es simplemente el tiempo. A lo largo de estos años más de una vez lo recordé con cariño y me pregunté qué habría sido de su vida. Hoy me impresiona pensar que ya no lo voy a ver nunca más. Seguramente sean muchos los compañeros con los cuales no nos veamos más en nuestras vidas, pero es distinto cuando sabés que ya no tenés opción. Hoy me arrepiento de no haber seguido siendo su amiga durante estos años, los que le quedaban.
Cuando yo estaba en el colegio, siempre con imaginación novelera, me preguntaba quién de todos nosotros sería el primero: el primero en casarse, el primero en tener hijos, también el primero en morirse. A menor escala, también me impresionó enterarme hace ya un par de años que una ex compañera había sido mamá. Aquello por lo menos era algo lindo. Pero ambos hechos tienen en común que lo que nos demuestran es el paso del tiempo sobre nosotros mismos.
La muerte de un coetáneo siempre representa para nosotros un anticipo de nuestra propia muerte, eso es lo que yo pienso. Por eso nos impresiona más enterarnos de que murió un compañero al que no veíamos hace siete años de que murió el padre de una de nuestras amigas. La muerte de un padre, de un abuelo, de una tía… sin dejar de ser tristes, no dejan de ser muertes ajenas. En cambio, morimos un poco frente a la muerte de una persona de nuestra edad.
Lamento sinceramente la muerte de Guille. Era una de esas personas que me hacían pensar en que, no importa dónde estuviera, ojalá que tuviera una buena vida. Y ojalá que, si bien breve, la haya tenido. Espero que haya sido feliz. Y deseo de corazón que, dondequiera que esté ahora, esté bien.
5 comentarios:
Qué triste...
Mi viejo murió de leucemia, es traicionera, él había logrado la remisión pero un día, zas! resultó que siempre había quedado por ahí agazapada.
Es feo enterarse que se fue alguien que significó algo para nosotros.
Pocas palabras se pueden agregar.
Besos.
Ahora tenés miedo y yo también.
Sebas, gracias por la empatía. Lamento mucho lo de tu viejo.
Un mero individuo, ¿A qué decís tenerle miedo? Y yo, ¿a qué le tengo miedo? ¿A la muerte? Creo que sí, algunas veces. Trato de no pensar tanto en el tema, pero cuando pasa algo como lo de Guille no lo puedo evitar...
Gracias por tus palabras Mariana, yo soy Micaela, la hermana de Guille y aunque ya ha pasado un tiempo y sigue siendo muy duro, siempre es lindo leer estas cosas.
Micaela, lo que escribí lo sigo sintiendo. Tu hermano era una bella persona que tocó muchas vidas.
Mucha fuerza y ojalá estés bien!
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