El lunes un tipo asaltó a mi novio cuando él estaba saliendo de su casa. Lo hizo pasar un momento espantoso y hoy tiene que sentirse agradecido porque después de todo, no lo lastimaron. Ayer estuve escuchando a Ronnie Arias en la Metro hablando sobre las víctimas de violación, sobre el calvario de las denuncias -donde prácticamente la mujer violada es considerada una putita de mierda hasta que demuestre lo contrario-. Hoy, el caso de una mujer asaltada que persiguió y mató al ladrón está en todos los medios argentinos.
Me es imposible hablar de otra cosa, entonces, que de la violencia. Uno se siente rodeado, aunque intente evitarlo. Un hecho como el que le tocó a Javier esta semana se repite cotidianamente: tal vez porque en esta ocasión la víctima fue alguien de mi entorno, yo estoy así de impresionada. El resto del tiempo, uno parece estar anestesiado. De tanto que los medios nos bombardean de muertes, robos, secuestros, asaltos, violaciones, nos vamos insensibilizando. ¿O no es así? Tal vez intentamos seguir viviendo como si nada pasara, pero en realidad no podemos salir a la calle sin sentir un poco de miedo, ya casi una costumbre.
Algunos piensan que el problema de la seguridad se soluciona con mano dura, mayores controles policiales, penas ejemplares a los delincuentes convictos. No estoy de acuerdo. Para que eso funcionara en primer lugar, habría que desmantelar y reconstruir todo el corrupto aparato policial y judicial. Pero además, estoy convencida de que el aumento de la violencia se debe a la impresionante brecha social entre ricos y pobres, lo que genera desesperanza y resentimiento. Haría falta una fuerte política de redistribución de ingresos para que no haya excluidos, además de educación, claro. De cualquier manera, la delincuencia no es exclusividad de los así llamados "sectores marginales". Los peores chorros tiene más dinero que cualquiera de nosotros, lectores. La violencia está en todos los estratos de la sociedad.
La misma ciudad nos violenta, con sus multitudes anónimas e irrespetuosas, con los colectiveros que no paran en un día de lluvia porque "se les rompió la máquina" (¡que dejen viajar gratis entonces! ¿Por qué perjudicar al pasajero?). Ni qué decir la televisión: así como ver constantemente reality shows pelotudiza a la gente, ver noticieros nos hace inmunes al dolor ajeno, o eso pareciera.
Hay gente que ante hechos delictivos decide irse del país: yo creo que en ese sentido, Buenos Aires es una más de cualquiera de las grandes metrópolis del mundo. No sé si alguna vez me iré del país (espero que no) pero -como he dicho en alguna otra ocasión- no quiero pasar el resto de mi vida en esta ciudad. Y si bien en ningún lado uno está indemne, cada vez más pienso en que me gustaría vivir en algún lugar más tranquilo. Me pregunto si realmente lo habrá.
Mientras tanto, la violencia, la sufrida en carne propia, la contemplada en silencio, la que nos rodea a diario, nos va royendo, nos va debilitando. Nos va sacando las esperanzas y dejando odio, impotencia, resentimiento, rencor, furia y deseo de venganza. De esta manera, no hacemos más que reproducir en nuestro interior la violencia exterior. Debemos hallar la manera de quebrar esta espiral.
3 comentarios:
Entiendo que la ola de violencia descontrolada mete miedo y crea una sensación de impotencia, pero... Viéndole el lado positivo, te sugiero que te sientas afortunada estando tranquila de ser una persona de bien, de tener tus valores y sostenerlos, de regalarle lo mejor de vos al mundo como siempre hacés, y de no formar parte de esa pobre gente de mente enferma, que lastima a los demás y sin darse cuenta se lastima constantemente a sí misma. Igual entiendo que sigas afectada, sabé que para lo que necesites, tu sister va a estar! Abrazo! *¡Eu!*
Mariana: lee -si quieres- mi artículo "Heidi Marks en Eschenau" (en mi blog Alemania, econmía, etc.) de jueves pasado (11.10.07), a ver qué me dices...
Un abrazo y Eu!
Uy. No sé que decirte. Sinceramente yo no me fuí del país por ese tema. Cuando yo estaba en Argentina no había tanta violencia como ahora.
Pero lo que está sucediendo en nuestra patria me hace pensar mucho y la verdad es que no sé si me gustaría volver a "tierras de nadie".
Lamento que tu novio haya pasado por todo ésto. GRACIAS a D-s no fue nada peor, que no haya terminado en una tragedia mayor.
Un beso.
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